Artistas como Aitana y Lola Índigo anunciaban nuevas fechas para sus conciertos, extendiéndose hasta el año 2025. Sin embargo, tanto los vecinos afectados como los asistentes a estos eventos se cuestionan: ¿cómo cambiará la situación cuando termine, a finales de marzo, la suspensión de seis meses?, ¿habrán arreglado la chapuza acústica?

Los expertos consultados sobre esta problemática, como Francesc Daumal i Domènech, un destacado asesor acústico y catedrático de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, se muestran pesimistas. Según Daumal, en un lapso de seis meses es improbable que se hayan encontrado soluciones adecuadas. Existen diversas alternativas para abordar el problema acústico del Santiago Bernabeu. Por una parte, proponen mantener el recinto abierto, pero esto conlleva desafíos significativos en términos de absorción de sonidos.

“En un estadio abierto, las gradas necesitan implementar absorciones tanto cenitales como laterales. Sin embargo, lograr una eficacia total ante niveles excesivos de ruido es sumamente complejo”, aclara Daumal. A esto se suma el hecho de que los equipos acústicos utilizados en el recinto son de tal magnitud que pueden hacer vibrar hasta el estómago, especialmente en frecuencias bajas, que son complicadas de detener con barreras acústicas efectivas.

La segunda alternativa que plantea el catedrático es convertir el estadio en una caja cerrada. Sin embargo, este enfoque también presenta problemas. En caso de ejecutarse, se requerirían grandes obras para cerrar adecuadamente los espacios abiertos del Bernabéu y garantizar una adecuada ventilación del recinto. Esto plantea desafíos adicionales sobre cómo manejar tanto el ruido interno como el generado por los ventiladores, que también podrían contribuir a la contaminación acústica.

“Las soluciones son complicadas de implementar”, concluye Daumal, enfatizando que incluso la reducción del ruido hasta niveles legales podría ser un objetivo casi inalcanzable. Actualmente, el Bernabeu supera considerablemente los niveles de ruido permitidos, especialmente tras el último concierto donde se registraron 85 decibelios en los hogares cercanos, superando el límite legal de 65.

Como tercera opción, Daumal sugiere que las entidades responsables, ya sean municipales o privadas, asuman el costo y la ejecución de un aislamiento sonoro en las viviendas de los vecinos. Sin embargo, subraya que la convivencia acústica es un reto complejo: “El rechazo al ruido también generalmente tiene un componente social, y la percepción de las personas sobre lo que lo genera puede influir en su aceptación.”

 José Manuel Paredes, de la Asociación de Perjudicados del Bernabéu, expone: “Estamos en alerta ya que sabemos que el Real Madrid planea volver a realizar eventos masivos en seis meses, y por lo que sabemos, el estadio no será insonorizado.”

Los miembros de la Asociación Iniciativa Vecinal en Defensa del Medio Ambiente también comparten estas preocupaciones, lamentando que el diseño actual del estadio no ha logrado mitigar el ruido de manera efectiva. “Han aplicado un enfoque de láminas que no detiene el sonido; solo han mejorado la instalación del suelo y techo, pero se ignoraron otras áreas críticas.”

Por último, un técnico relacionado con la reforma del estadio reflexiona y reconoce que las medidas adoptadas no han sido suficientes para enfrentar el desafío de alterar el uso del recinto. “Quizá no se realizaron todas las pruebas pertinentes para evaluar el impacto del ruido en el exterior. Lo esencial es que se implementen soluciones efectivas a largo plazo, y ahora solo queda esperar que se logre un equilibrio.”